Citología |
Métodos citológicos Las primeras técnicas utilizadas para el estudio de la célula fueron
rudimentarias: una simple cuchilla de barbero, para obtener una capa muy
delgada de material biológico, y una lupa más o menos modificada, para
aumentar el tamaño aparente de las estructuras que se querían observar.
Hasta prácticamente mediados del siglo XIX todo lo que se sabía de las células
se había logrado por estos procedimientos. Por supuesto la construcción
de instrumentos científicos se había perfeccionado, pero, comparados con
los actuales, los microscopios de 1800 son primitivos. Cuando se observan células o cualquier otro material, con un
microscopio, cabe la duda de si aquello que se corresponde a la realidad o
es un artificio introducido por la técnica, o, simplemente, el resultado
de la destrucción y transformación parcial que provocamos con nuestras
manipulaciones. Para salvar todos estos inconvenientes, los citólogos han
desarrollado métodos especiales que pretenden preservar el material que
va a ser estudiado. Son las técnicas de fijación, con las que se intenta
conservar sin cambios la estructura global de la célula tal como era
antes de nustra intervención. Una vez fijado el material, se hace imprescindible obtener piezas muy
delgadas, del espesor de una sóla célula si es posible, para que, al
obtenerlas al microscopio, no se superpongan demasiados planos, sea más fácil
la iluminación y, en fin, obtengamos una imagen más nítida y precisa
del producto biológico que pretendemos estudiar. La obtención de cortes
de esas características se logra con aparatos llamados microtomos, que
exige previamente la inclusión del tejido en una sustencia de suficiente
consistencia, tal como la parafina. Para evitar esta larga y costosa
operación no exenta de posibles errores, se han desarrollado otros
aparatos: criomicrotomos, en los que el tejido adquiere la suficiente
consistencia como para ser cortado mediante su congelación. Una vez obtenidos los cortes, se someten a técnicas de tinción, que
son muy variadas, pero en general todas persiguen el mismo objetivo:
lograr que el índice de refracción de las distintas estructuras
celulares sea diferente, para que al ser atravasadas por la luz den una
imagen no homogénea. Si no se usaron colorantes, los rayos de luz pasarían
a través de las células sin modificar su trayectoria, o modificándola
muy poco, y nos darían una imagen muy homogénea, casi sin ningúna
accidente. El microscopio electrónico sustituye los rayos de luz por
haces de electrones. Para aumentar el contraste de una estructura celular
respecto de otras, no es entonces suficiente un colorante. En estos casos
se usan metales pesados, como el osmio, que al depositarse sobre un
determinado componente celular impiden total o parcialmente el paso del
haz de electrones y proporcionan una imagen diferencial.
Otras técnicas de introducción relativamente recientes, que estás
suministrando gran cantidad de información, son: la autorradiografía,
que permite averiguar la localización precisa de moléculas marcadas con
isótopos radiactivos suministrados previamente a la célula, y las técnicas
citoquímicas, que persiguen el objetivo de localizar un tipo particular
de moléculas, usando para ello reacciones coloreadas específicas de una
determinado grupo químico.
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